Asunción, 26 de marzo de 2011
Por qué debería sorprenderme que en medio de un mar de mujeres hermosas, alcoholizadas y algunas incluso desesperadas por un poco de acción él se halla fijado en mí? Reformulando la pregunta, ahora sí está correcta: por qué no habría de sorprenderme? A los ojos del mundo yo no soy hermosa, perfecta, no estoy “re bien”, capaz para muchos ni sea sexy ni siquiera gasten una mirada en mí (no los culpo, en medio de una discoteca se hace imposible ver el corazón de la gente entre tanto humo de cigarrillo y descontrol). Pero por razones de la vida él sí lo hizo, y me hizo sentir algo que hace mucho no sentía o quizás nunca lo haya sentido tan evidentemente. Me trato como a una muñeca de porcelana que apenas depositas en tus manos para que no sufra el menor rasguño, así de delicado el trato, así de cuidadosas pero al mismo tiempo fluidas las frases que me obsequiaba al oído.
Ahora estoy rodeada de cuestionantes en mi mente pero lo que rescato de este sentimiento trotamundos es que dudo de mí, dudo de que me llame o me escriba, de que se acuerde de mí y de lo mucho que me reí de él y con él, de sus pasos raros de baile, de sus sonrisas y gestos de morir, de los besos que me requería en las mejillas y del tercer beso en los labios que quería le diera. Quiero recuerde el favor que me hizo y el que me pidió en la fiesta, de sus divagues y de sus verdades. De las veces que me tomó de la mano, del abrazo que le di en un impulso mío que le encantó. Del cuasi beso que me robó cuando nos despedimos…
Ya no importa si vuelve a aparecer, lo recordaré con una sonrisa y brillo en los ojos, lo recordaré como el chico del rescate porque cuando más recuerdos del pasado me asaltaban él apareció, cuando más me preguntaba por qué el otro “él” dejó de quererme él vino a tomarme una foto y demostrarme lo maravillosa que puedo ser para algunos ojos, lo libre que puedo ser al bailar o lo desinhibida que me puede dejar una noche después de mucho pasear, ya con los pies cansados, el maquillaje corrido, el sudor haciendo brillar la piel y las conversaciones relajadas que pueden surgir entre la sordera que te deja la música a tan alto volumen.
Ya no importa si estaba con tragos de más, si mintió sobre su vida, si omitió defectos de su persona, nada importa ya, me quedo con el chico de mirada profunda, directa hasta desafiante, chico que tomó mis manos entre las suyas y me habló al oído diciendo: Estarás cuando regrese? Me lo prometes?